LA MALDICIÓN DE LOS SIETE CADÁVERES (The house of seven corpses, 1973)


Hasta una antigua mansión llega un grupo de rodaje para hacer una película de terror. Al frente de ellos hay un irascible director (John Ireland) con el presupuesto y el tiempo justos para filmar una historia de brujería, cadáveres andantes y horribles crímenes. Sobre la casa pesa una maldición de la que son advertidos por el tipo que cuida del lugar (John Carradine). Y es que allí murieron de forma violenta hasta siete miembros de diferentes generaciones de la familia propietaria.

Para dar mas verosimilitud a la historia, el director hace recitar a los actores textos extraídos de un decrépito ejemplar del 'Libro tibetano de los muertos' en algunas escenas; algo que acabará por desatar fuerzas sobrenaturales en el lugar, para desgracia de los de la peli y regocijo de nosotros, los espectadores.


'La maldición de los siete cadáveres' es una modesta cinta de terror que parte de una idea curiosa: ver como se desenvuelven los integrantes del rodaje de una película parecida a la que estamos viendo cuando son ellos mismos las víctimas de la función. Arranca con una secuencia en los créditos muy estimulante, en la que asistimos a las horripilantes muertes de los citados nueve cadáveres del título. Todo bastante gráfico y con una música que promete emociones fuertes.

A partir de tan genial inicio, la película pierde consistencia y se desenvuelve en términos de un relato de horror clásico. Es un tanto irregular, con unos pocos momentos de suspense alternados con otros muchos en los que los protagonistas padecen las vicisitudes del rodaje. En este sentido, el personaje del director al que da vida John Ireland  carga con la mayor parte del interés, maltratando a los técnicos y actores y manipulando psicológicamente a la actriz principal de su película (Faith Domergue).

La cinta es una historia de género de manual, que no desaprovecha ni pasa por alto ninguno de sus tópicos; tenemos al personaje de John Carradine advirtiendo del peligro latente a la 'troupe' cinematográfica y haciendo cosas raras por ahí. También hay una mansión lóbrega, con amenazadores relojes de péndulo y unas escaleras que aguardan su momento de despeñar a alguna víctima. Y chicas que sueltan las frases habituales, del estilo 'oh, este lugar me produce escalofríos'.


No es una película para quienes busquen sangre, tripas y depravación. Pero si aprecian el terror tradicional de los viejos comics de la editorial  E.C. o las cintas de la productora Amicus, encontrarán hora y media de entretenimiento en ella. Es una pena que su ritmo sea algo irregular y su dirección un tanto anodina, porque por lo demás, la película se toma muy en serio su condición de 'horror movie', hasta un desenlace sin concesiones que será del agrado de los amantes de los escalofríos de bajo presupuesto.

Como anécdota, mencionar que 'El libro tibetano de los muertos' existe realmente, pero no es ningún grimorio de magia negra. Es más bien un texto sobre la iluminación y la trascendencia espíritual. Vamos, que es como si emplearan la Guía Michelín para invocar zombis.

Está película también es conocida como 'La casa de los siete cadáveres'.

The House of seven corpses (EE.UU., 1973)
Director: Paul Harrison     Guion: Paul Harrison, Thomas J. Kelly     Fotografía: Donald Jones   Música: Robert Emenegger
Con John Ireland, Faith Domergue, John Carradine, Carole Wells.

EL MUNDO QUE VIENE (The shape of things to come, 1979)

 

Como tantos niños de mi generación, tuve la inmensa fortuna de ver en una sala de estreno 'La guerra de las galaxias', por supuesto a una edad muy temprana. No hace falta comentar la tremenda experiencia que supuso para mi yo infantil. 

A partir de ahí me dediqué a vigilar la cartelera y la programación de los cines en busca de películas similares. Por supuesto y como suele suceder tras cualquier gran éxito de taquilla, no tardaron en aparecer.

'Los invasores del espacio' (1978), 'Star crash - choque de galaxias' (1978), 'Flash Gordon' (1980), 'Krull' (1983), 'Los 7 magníficos del espacio' (1980)... confieso que acosé y perseguí a todos en casa para que me llevasen a ver esas cintas y mas. Y eso incluyó remontajes de episodios de algunas series de televisión, como 'Buck Rogers en el siglo XXV' o 'Battlestar Galactica', que se estrenaron en cines para aprovechar la fiebre por el género desatada por George Lucas.

Una de las pocas películas que se me escapó en aquel momento fue ésta, 'El mundo que viene'. Recuerdo haber visto el poster en algún cine del barrio y haber babeado admirándolo. Sin embargo, en aquella ocasión no logré que me llevaran a verla.

Ahora, rebuscando en el catálogo de mi plataforma favorita la he encontrado. Y he podido  saldar al fin esa vieja cuenta pendiente de cinefilia infantil. Craso error! 

'El mundo que viene' está supuestamente basada en un libro de H.G. Wells, del cual solo alberga en común el título y el nombre de un protagonista. En la cinta, la humanidad sobrevive en la Luna tras quedar la Tierra en un estado deplorable y tal. Pero un planeta llamado Delta 3 se proclama en rebelión y ataca las colonias lunares, estrellando una nave contra su capital, Nueva Washington. El responsable del atentado es Omus (Jack Palance), quien controla un ejército de robots y lo que es peor, la producción de una sustancia indispensable para sobrevivir a las radiaciones letales en la Luna. Para solucionarlo, el doctor Caball (Barry Morse) aborda la única nave capaz de llegar rápido a Delta 3, una especie de versión desmontable del 'Enterprise' llamada Rayo Estelar. Le acompañan en la hazaña su hijo (Nicholas Campbell), una chica rubia que ha agotado toda la provisión de laca para el pelo de la Luna (Anne-Marie Martin) y el simpático robot 'Chispas', que por algún motivo tiene la propiedad de teletransportarse.

La película es un disparate urdido por cuatro canadienses con escaso talento y menos presupuesto pero amplias ganas de hacer taquilla. Lo que tenemos es un 'exploit' cutre de las aventuras de la familia Skywalker, que ya de paso se permite la licencia de manosear el nombre de H.G. Wells para atraer mas público.

Y es que 'El mundo que viene' es cutre, desmañada, ridícula y lo que es peor, soberanamente aburrida. Su director, George McCowan, se dedica a llenar metraje y mas metraje con diálogos absurdos que incluyen divagaciones filosóficas, monólogos de primero de super-villano megalómano con ese Jack Palance en horas bajas y, por supuesto, un montón de jerga pseudo técnica-científica digna de los peores episodios de 'Star Trek'. 

Solo algunos momentos delirantes y sublimemente torpes salvan la función, pero tampoco son constantes ni abundan tanto como me gustaría. Si, da para varias carcajadas, pero alcanzar a verlos todos requiere armarse de paciencia.

Entre lo mas divertido: los combates humanos-robots son increíbles, lástima que solo haya un par porque son muy cómicos. También merece la pena la aparición en forma de holograma gigante giratorio de Jack Palance en mitad del campo y una escena de ingravidez a cámara lenta de lo menos inspirada.

En lo demás, tenemos todo el repertorio de pifiadas: un actor de renombre como John Ireland que parece no entender nada de su papel; un diseño de producción risible que incluye uniformes horteras de tela de chándal, ordenadores y paneles de control con lucecitas que parpadean sin motivo y robots que parecen diseñados por un niño de 6 años; y maquetas de naves y efectos especiales que se hicieron con el presupuesto para tabaco con el que contaba John Dykstra en 'Star wars'. 

Claramente la cinta está destinada a un público infantil, pero hasta en eso la cagaron: la película incluye dos muertes muy violentas, la de un personaje al que le fríen el cerebro con algo parecido a las microondas y otra en la que un robot aplasta con una roca la cabeza de un tipo.

En fin, si tu pasión por el género es proporcional a la de tu capacidad de sufrimiento, puedes darle una oportunidad. En caso contrarío, avisados quedan. 

The shape of things to come (Canadá, 1979)
Director: George McCowan     Guion: Martin Lager     Fotografía: Reginald H. Morris     
Música: Paul Hoffert
Con Barry Morse, Jack Palance, Nicholas Campbell, Carol Lynley, Anne-Marie Martin, John Ireland.

LOS ATRACADORES (1962)


Dirigida por Francisco Rovira Beleta, 'Los atracadores' es una de las mejores películas de cine negro hechas en España; un género que ofreció un buen puñado de títulos muy estimables en la década de los años 50 y 60 en el país, con los bajos fondos de Madrid y Barcelona como ejes principales de acción y con la censura siempre observando que nadie proyectara una imagen de excesiva inseguridad o violencia.

La historia gira en torno a tres amigos de unos veinte años que empiezan haciendo gamberradas y acosando a parejas, para terminar formando una banda de atracadores. Uno es un estudiante de derecho de buena familia (Pierre Brice), otro es obrero en una fábrica (Manuel Gil) y el tercero sobrevive en la calle como puede (Julián Mateos). El trío iniciará una carrera delictiva cada vez mas peligrosa, no tanto motivada por el dinero como por una intensa angustia vital y cierta fascinación por las armas y la violencia; con ellas descargarán su ira contra una sociedad que no espera nada mas de ellos que servidumbre y silencio.


'Los atracadores' es una cinta de género, filmada en las calles de aquella Barcelona de los años 60 de tranvías y guardias de tráfico con cascos ridículos, marineros de la flota norteamericana abrazados a 'gachís' y palizas en los sótanos de la comisaría de Vía Laietana. El camarógrafo Aurelio Larraya saca un magnífico partido a la fotografía en blanco y negro, a las localizaciones y los ambientes. Y el director Rovira Beleta lo aprovecha con sabiduría: juega con ángulos, sombras y planos subjetivos, buscando mantener una atmósfera de cine negro genuino pero también ofrecer un retrato generacional sólido que ahonda en los personajes y sus inquietudes.

Porque lo que hace grande a la película no es solo que funcione perfectamente como la crónica del auge y caída de una banda de jóvenes atracadores. Es también su estilo deudor del neorrealismo italiano; el retrato de tres chicos que, como el James Dean de 'Rebelde sin causa', sienten que no encajan en la sociedad. Y solo logran sentir algo cuando empuñan un arma para alzarse sobre la mediocridad y la falsedad que les envuelven.

La película aborda también temas candentes de la época, como la falta de perspectivas vitales de los jóvenes, las infidelidades conyugales en las familias, o incluso la pena de muerte. Asunto éste sobre el que lanza una mirada nada complaciente, algo meritorio en plena dictadura franquista.

El guion se basa en una novela de Tomás Salvador, quien ejerció como inspector en la brigada político-social y volcó en sus textos algunas de sus experiencias con los delincuentes. Con todo, hay un aire de crítica y denuncia implícito en toda la película, que superó la censura a base de incluir una moralizante voz en off que se encarga de recalcar al espectador que en aquella España no había crimen sin castigo.


No es una cinta perfecta, le sobra un punto de impostura en algún momento así como la mencionada voz en off . Y la relación de los tres protagonistas pasa por algún que otro momento forzado, ya desde el principio. Tampoco tiene sentido su último golpe, complicadísimo para unos tipos que no han podido manejar atracos mucho mas simples.

Pero a pesar de esos detalles, les invito a descubrir esta modesta joya del cine español, disfrutable tanto como cine de género como por su realismo social y con un final amargo que no olvidarán.

Los atracadores (España, 1962)
Director: Francisco Rovira Beleta     Guion: Francisco Rovira Beleta, Manuel María Saló     Basada en una novela de Tomás Salvador     Fotografía: Aurelio G. Larraya     Música: Federico Martínez Tudó
Con Pierre Brice, Manuel Gil, Julián Mateos, Agnès Spaak, Enrique Guitart.

MUTANT (1984)

 


'Mutant' está dirigida por John 'Bud' Cardos, quien ejerció en decenas de cintas en calidad de diversos oficios: chófer, especialista, actor, director de segunda unidad (ojo ahí, que fue responsable de la misma en 'Grupo salvaje' de Peckinpah) y, por supuesto, director.

La película comienza con dos mozuelos hermanos (Wings Hauser y Lee Montgomery) que van recorriendo en automóvil el sur de los Estados Unidos, porque a uno le ha dejado la novia y son esa clase de cosas que se hacen después de una ruptura sentimental. En éstas son abordados por una ranchera con varios paletos asociales a bordo, que les echan de la carretera. El coche queda atascado en el cauce de un rio y averiado. 

El pueblo mas cercano es Goodland -aunque bien podría ser Racoon City, viendo como se ponen las cosas después-. Hasta allí les acerca un tipo extravagante llamado Mel, quien les advierte que por allí pasan cosas raras y que se limiten a pasar la noche y luego se larguen; esto viene siendo una tradición indispensable en cualquier peli de terror ochentera.

En el pueblo se meten en una pelea en la taberna local, en un lamentable exponente de la célebre hospitalidad sureña. El sheriff (Bo Hopkins) acude en su ayuda y les busca albergue en casa de una anciana. A la mañana siguiente tienen planeado arreglar el coche y marcharse, pero el mas joven de los dos desaparece sin rastro. Así que cambio de planes para Wings Hauser: ahora toca buscarle en ese pueblo chungo en mitad de ningún sitio, con sus paletos violentos y también con gente que tose y se enferma sin explicación.  

Sus andanzas por el pueblo le llevarán a conocer a una chica que es maestra de escuela y ocasional camarera (Jody Medford, una actriz de la que se pierde todo rastro profesional  después de esta película) y a investigar una cercana fábrica de gestión de residuos tóxicos.

Esta fue la última película de Film Ventures International, la compañía creada por uno de los productores mas zorros de Hollywood, Edward L. Montoro. El tipo lo mismo replicaba sin pudor ni disimulo éxitos de taquilla como 'Tiburón' o 'El exorcista', que se metía a distribuir en los USA cualquier cinta europea que prometiera emociones fuertes y taquilla, como 'Gomia - Terror en el mar Egeo' o 'Mil gritos tiene la noche'.

Montoro desapareció en 1984 tras arramblar con cerca de un millón de dólares de los inversores de su compañía; presumiblemente se fugó del país. Motivos: Un divorcio millonario, la mala recaudación de 'Mutant' y tener que retirar de los cines -tras una semana de estreno y millones de dólares de inversión- la cinta 'Great white' ('L'ultimo squalo', estrenada en España como 'Tiburón 3') por una demanda de plagio de la Universal.

Efectivamente, 'Mutant' fracasó en taquilla a pesar de ser una cinta tan buena o tan mala como tantos estrenos de cine de terror del momento. Vista hoy, es un revival ochentero de estilo algo encorsetado y cercano al telefilm, con muchos de los tópicos del género de aquellos años.

La película toma algunas cosas de las antiguas cintas de sci-fi y monstruos. Esto incluye un desarrollo lento para presentar la ambientación y los personajes, y donde la amenaza constante solo es insinuada, sin ser mostrada nunca del todo hasta el desenlace, huyendo de efectos de casquería o innecesariamente sangrientos.

Hay un inicio entretenido, con los protagonistas metiéndose en la boca del lobo y siendo acosados por pueblerinos enfermizamente brutales con los forasteros. Luego se vuelve algo tediosa, hasta que aparece la acción en forma de mutantes sedientos de sangre. Las criaturas en si son un poco cutres, algo así como un cruce entre los primeros zombis de George A. Romero y el Joker en un día de resaca. Pero aún así ofrecen algunos momentos intensos, atacando a los protas como una horda de hooligans.


Las escenas de acción, persecuciones, tiros y demás están bien resueltas, con un buen trabajo de especialistas (como cabe esperar de un director con experiencia propia en ese asunto). Lo único que desluce la función es la absurda manía de meter en el guion un montón de situaciones precipitadas, arbitrarias y ridículas hasta  provocar risa. Atención a dos muertes especialmente memorables: la señora que se cae por las escaleras y el tipo que es 'asesinado' por una manguera. Pero además hay un coche que vuelca solo en una recta (y se incendia, como no), una doctora de cabecera de pueblo que averigua todo lo concerniente a las mutaciones (y pensar que yo tengo dificultad para que me curen un catarro...), un romance improbable entre una maestra rural y un tío al que ha conocido media hora antes al que le cargan la muerte de una niña... en fin, la última media hora es un festival. 

Recomendable si les agrada el terror ochentero y no les importa que les tomen el pelo con un póster que promete algo parecido a 'Alien'.

Esta película también es conocida como 'Night shadows'.


Mutant (EE.UU., 1984)
Director: John 'Bud' Cardos     Guion: Peter Z. Orton, Michael Jones, John C. Cruize     
Fotografia: Alfred Taylor     Música: Richard Band
Con Wings Hauser, Bo Hopkins, Jody Medford, Lee Montgomery, Jennifer Warren, Cary Guffey, Stuart Culpepper.

ORO ROJO (1978)

 


Supongo que a estas alturas no debe quedar mucha gente que no sepa quien es Alberto Vázquez-Figueroa; Tinerfeño universal, autor de decenas de novelas superventas, corresponsal de prensa, inventor y empresario; una especie de genio del renacimiento hispano y con una trayectoria vital capaz de rivalizar con la de Indiana Jones.

Con 'Oro rojo' probó en eso de dirigir cine a partir de un guion original propio. Y lo hizo con  una cinta de aventuras con un trasfondo de denuncia, aunque no faltan los desnudos femeninos y algún momento turbio por aquello de epatar al espectador, que las buenas intenciones están muy bien pero no hacen taquilla.  

La película transcurre en la imaginaria isla de Providencia, un lugar dominado por un tirano llamado Almeida y su hijo (Jorge Luque), que es quien realmente controla el cotarro. Al hacer escala un carguero, uno de sus marineros (Hugo Stiglitz) decide bajar para airear la sardina, pero acabará perdiendo todo su dinero, el pasaporte y el barco.

Tras quedarse tirado en la isla hace amistad con un pordiosero (José Sacristán) que le enseña como sobreviven la mayoría de los míseros lugareños de Providencia: malvendiendo su sangre (el oro rojo del título). El plasma -e incluso los propios cuerpos de esa gente- son vendidos por la autoridad local a ejecutivos sin escrúpulos de corporaciones farmacéuticas extranjeras.


'Oro rojo' parte de una interesante idea: una visión desoladora del tráfico de sangre y órganos en países subdesarrollados. Por aquello de no herir susceptibilidades, Vázquez-Figueroa sitúa la acción en un lugar imaginario y evita regodearse en el morbo que pueda producir el asunto. En su lugar se centra mas en ofrecer una historia a medio camino entre el drama, el cine-denuncia y algo de aventuras.

Coproducida entre España y México, el principal aliciente de la película es su reparto, sembrado de nombres ilustres: A Stiglitz y Sacristán se suman Isela Vega, una joven Patricia Adriani, Terele Pávez, Carlos Ballesteros, Antonio Gamero e incluso hay un par de modestos roles para Mónica Randall y Alfredo Mayo. 

El presupuesto debió fundirse en el casting, porque la película -filmada en Lanzarote- tiene una puesta en escena pobre. La ambientación de la isla se limita a algunas pintadas de protesta en las paredes y poco mas. Hay un par de 'jeeps' que salen todo el rato. Y la policía política es ridículamente graciosa: se limita a un par de tipos exactamente iguales a los Hermanos Malasombra, unos pistoleros vestidos de negro con sombrero a juego y pistola al cinto, mas propios de un spaghetti western y que están a medio camino entre el humorista Eugenio y Lemmy Kilmister.


A esto se suman los terribles diálogos, pretenciosos y de un impostura dramática exagerada, muy novelescos y que a mi me provocaron mas de una carcajada; y una cierta -y comprensible- torpeza en lo de hacer cine del escritor tinerfeño. 

Pero no todo es infumable en 'Oro rojo', ni mucho menos. Los intérpretes cumplen, Hugo Stiglitz se pasea por la isla pasándolas canutas pero aún así se las apaña para encamarse con Mónica Randall, con Isela Vega y con Patricia Adriani. La banda sonora a cargo de Carmelo Bernaola (rediez! que miedo me provocaba de pequeño la sintonía de 'La clave', compuesta por él) viste las imágenes con un oscuro lirismo. Y el personaje de Jose Sacristán, a pesar de algún diálogo ramplón, enternece y transmite con convicción el infierno de los desarrapados habitantes de la isla de los donantes forzosos.

Una película fallida, algo torpe pero entretenida. Vázquez-Figueroa volvería a la dirección un año mas tarde con 'Manaos', para escarmentar definitivamente y centrarse en adelante en sus novelas y algunos guiones. 


Oro rojo  (España - México, 1978)
Director: Alberto Vázquez Figueroa     Guion: Alberto Vázquez Figueroa     Fotografía: José Luis Alcaine     Música: Carmelo Bernaola
Con Hugo Stiglitz, José Sacristán, Isela Vega, Patricia Adriani, Jorge Luke, Terele Pávez, Carlos Ballesteros, Antonio Gamero, Alfredo Mayo, Mónica Randall.     

DISTURBIOS EN EL CEMENTERIO (Brivido giallo: una notte nel cimitero, 1987)


'Disturbios en el cementerio' fue el primero de cuatro telefilms independientes entre si (aunque con el género de terror fantástico como idea principal), producidos por Reteitalia y  emitidos entre 1987 y 1989. Todos ellos fueron dirigidos por Lamberto Bava, el nepobaby del gran Mario Bava.

Heredero del apellido -pero no del talento- de uno de los mas ilustres y celebrados directores europeos, el bueno de Lamberto ha ido dando bandazos a lo largo de su filmografía. Alternó descarados 'exploits' de títulos de éxito con alguna incursión en el género 'giallo' para, finalmente, acabar como realizador de telefilms. Su gran momento fue el estreno de 'Demons' en 1985, una cinta que funcionó muy bien en taquilla (dando lugar a una secuela) y que apuntaba a que el hombre aún podía destaparse como un director a reivindicar, por lo menos en el género del terror fantástico en el que se desenvolvió tan magistralmente su padre. 

En 1987 se estrenó esta película, 'Disturbios en el cementerio', en una exclusiva premiére en el Festival de cine fantástico de Sitges. La cinta debutó con un estruendoso fracaso, siendo abucheada y silbada en mitad de la proyección por los críticos y el público presentes.

Y es que ésta es una película absurdamente aburrida y frustrantemente mala. La verdad que resulta difícil saber que pasó por la mente de Lamberto Bava para perpetrar algo así, mas teniendo en cuenta que contaba con la colaboración de Dardano Sacchetti, experimentado guionista vinculado a algunos de los mas gozosos títulos del horror transalpino.


Trata sobre un grupo de chavales -3 chicos y 2 mozas- que viajan por Italia haciendo turismo mochilero a bordo de una furgoneta multicolor y que aceptan pasar una noche encerrados en unas catacumbas, a cambio de hacerse con un tesoro.

Bien, la idea es simple pero cosas mas bobas hemos visto. Aquí el problema es que uno no sabe como tomarse la película. Se podría interpretar como una parodia, pero no resulta nada divertida a pesar de los constantes diálogos capaces de causar sonrojo ajeno o de algunos detalles surrealistas: por ejemplo, esa taberna en mitad de unas ruinas (con un neón de cerveza Miller's en la puerta) y que alberga las catacumbas en las que se adentran los protagonistas. O el tesoro, que incluye viejas monedas de oro, joyas y ornamentos propios de un anticuario y... una tarjeta American Express. 

Como película de terror, está mas cerca de los dibujos animados de 'Scooby Doo' que a cualquier otra cosa: desde sus protagonistas -unos adolescentes que viajan a bordo de una poco fiable furgoneta grafiteada- hasta el tono del film, que esquiva casi cualquier atisbo de causar inquietud o desasosiego en el espectador. 

Olvídense de la tensión, de los sobresaltos, del 'body-count' o de detalles turbios. Aquí el espectáculo alberga esqueletos que castañetean los dientes, estatuas que te siguen con la mirada y chicos nada alterados con frases del estilo: 'Oh, que huellas tan enormes, ¿a que clase de animal deben pertenecer?'. 


Es un terror de barraca de feria, de tren de la bruja, de monstruos con lucecitas en los ojos y chicos apartando telarañas y andando de aquí para allá por unos decorados góticos y logrados, pero repetitivos (y que se reciclaron para los otros tres telefilms, por cierto). Es una película que solo puede funcionar como entretenimiento para pre-adolescentes, para verla con ellos en una noche de Halloween entre refrescos y chuches. Como una primera incursión al género para chavales aún pendientes de ser aterrorizados por el acné juvenil, puede funcionar. 

Para colmo, todo su tramo final es aburridísimo (creo que los protas suben y bajan la misma escalera como dos o tres veces), coronado por un desenlace amable y sin el menor sentido. Lo poco salvable, una atmosférica y cumplidora banda sonora a cargo de Simon Boswell.

Dos anécdotas: Lamberto Bava se rinde homenaje a si mismo en un original ejercicio de metacine; si en 'Demons' se proyectaba en la pantalla de un cine una película que bien podría ser 'disturbios...', en ésta se muestran escenas de 'Demons' en una tele que hay en la taberna.  

La otra: la poca vergüenza de los editores de una de sus versiones para DVD, poniendo la frase 'la película mas polémica del festival de Sitges 1987' en la portada. Genial el doble sentido, seguro que alguien picó buscando morbo, sangre, vicio y destrucción.

Otros títulos de esta película:  'Graveyard disturbance', 'Pesadilla en el cementerio', 'L'auberge du cimetière' o 'Die Gruft'.


Una notte nel cimitero (Italia, 1987)
Director: Lamberto Bava     Guion: Lamberto Bava, Dardano Sacchetti     Fotografía: Gianlorenzo Battaglia     Música: Simon Boswell
Con Gregory Lech Thaddeus, Lea Martino, Beatrice Ring, Giancarlo Tognazzi, Karl Zinny, Lino Salemme. 

ESCALOFRÍO (1978)

 

Una parejita de novios (José María Guillén y Mariana Karr) conocen de casualidad a otra pareja (Ángel Aranda y Sandra Alberti) y, como no tienen nada mejor que hacer, les acompañan a su caserón en las afueras. Por aquello de pasar el rato (y como aún no se había inventado la Nintendo Wii) deciden hacer una sesión de ouija primero y liarse todos en una orgía después. Lo normal.

A medida que avanza la noche las cosas se van poniendo (aún mas) peculiares, porque el perro de los protagonistas desaparece, un fulano que deambula por la casa intenta violar a la chica y cuando quieren marcharse, el coche no arranca. 

Así las cosas, empiezan a plantearse si fue una buena idea seguir a una pareja desconocida con debilidad por comer carne cruda, a una casa apartada de todo y decorada con siniestras muñecas de porcelana y cráneos humanos. Oh, y tienen libros sobre satanismo y magia negra en la biblioteca...

Una cinta muy modesta, filmada en 3 semanas en un único (bueno, casi) escenario y planteada como un 'exploit' del cine de terror de inspiración satánica, ya saben: 'El exorcista', 'La profecía', 'La semilla del diablo'...  una jugada muy hábil, mas teniendo en cuenta el interés que suscitaban entonces los temas paranormales entre la sociedad española, con el doctor Jiménez del Oso -quien, por cierto, también aparece en la película- como principal divulgador desde su programa de RTVE, 'Mas allá'.

Y ya de paso, utilizar aquella moda del ocultismo y lo diabólico como excusa para unas cuantas escenas de sexo y desnudos, aprovechando la reciente derogación -a finales de 1977- de las leyes de la censura franquista. Así que la película acabó con la entonces célebre clasificación "S"; pero al mismo tiempo, impulsó su recaudación en las taquillas de los cines donde se estrenó, gracias a la curiosidad del españolito medio, ávido por ver -al fin-  gente en pelotas en una pantalla de cine.

Con respecto a la película en sí: el argumento es inverosímil, las reacciones de los personajes protagonistas son ridículas hasta la carcajada y  casi todo lo que sucede es una excusa para que una escena de sexo conduzca a otra. Y sin embargo, funciona. Por un lado, no se hace aburrida (lo corto de su duración ayuda) y logra mantener cierto interés en ver que se traman la parejita de anfitriones raritos. Además, y a pesar de su obligada condición por mostrar mucha teta y mucho vello púbico superlativo (años 70, recuerden), 'Escalofrío' nunca pierde el devoto interés de sus creadores por el terror y lo fantástico.

La película está bien interpretada, sobre todo destacaría a ellas: Mariana Karr se muestra  natural y espontanea, a pesar de contar con algunas de las frases mas estúpidas del guión. Y Sandra Alberti se sale, guapísima y soltando miraditas morbosas. Con respecto a ellos, a José María Guillén lo noto algo rígido y soso. Y Angel Aranda cumple correctamente, en la que fue su penúltima interpretación, antes de retirarse del cine tras mas de 40 títulos. 

'Escalofrío' es una película que va a disgustar a la mayoría de personas con un criterio de cinéfilo digamos, formal. Es notablemente imperfecta, cuando no ridícula. Pero si es usted (como yo) de los que les sale sarpullido cuando leen críticas con frases dogmáticas o cursis del estilo 'cine con mayúsculas!' o 'hecha del material del que están hechos los sueños', seguramente encontrarán en ella varias cosas disfrutables.


Por ejemplo: su tono algo underground (característico de casi todas aquellas películas "S") y la conseguida atmósfera de auténtica pesadilla: algo a lo que contribuyen los detalles siniestros que van apareciendo (pero carentes de explicación), lo absurdo de la situación en la que se meten los protagonistas y el hecho de que todo transcurre en ese caserón del que no hay manera de marcharse. Pero además, hay sexo satánico, una muñeca de porcelana poseída, espiritismo de fin de semana, algo de casquería y violencia por la cara y una estridente y marciana banda sonora a cargo de Librado Pastor. 

La cinta tarda un poco en empezar a desplegar su encanto, por culpa de dos prólogos que se filmaron a petición de su productor, el legendario Juan Piquer Simón. Al parecer, el metraje era demasiado escaso, así que se añadió una presentación a cargo del doctor Fernando Jiménez del Oso, seguido de una escena con el asesinato ritual de una moza, por parte de unos monjes satánicos: un babeante aperitivo de tetas y pubis frondosos que no aporta nada.

A partir de ahí, 'Escalofrio' progresa como una cinta que explota la fórmula del 'cine de destape' pero sin renunciar a su condición de legítimo fantaterror español, hasta desembocar en un final onírico, pesadillesco y malrollero.

Condenada y machacada por la crítica, la película logró con los años la condición de película de culto, siendo especialmente reivindicada fuera de españa, donde ha sido editada en  cuidadas ediciones de dvd y blu-ray.

Esta cinta también es conocida como: Satan's blood, La nuit de l'enfer (Francia y Canadá), Don't panic (en EE.UU.) y Schock (Alemania).


Escalofrío (España, 1978)
Director: Carlos Puerto     Guion: Carlos Puerto     Fotografía: Andrés Berenguer     
Música: Librado Pastor
Con Ángel Aranda, Mariana Karr, Sandra Alberti, José María Guillén, Manuel Pereiro, Luis Barboo, José Pagán.

ALFILERES DE ORO (Golden needles , 1974)


La película comienza con una voz en off: explica que existe una antigua estatuilla china, la cual revela los puntos exactos del cuerpo donde realizar una acupuntura de efectos casi milagrosos. Si te pinchan mal, la palmas entre horribles sufrimientos; pero si se hace correctamente, se te va la ciática, el reuma, la artrosis y lo mismo logras que se caduque la caja king-size de Viagras.

Tras esto, asistimos al momento en que un anciano acupuntor practica de forma escrupulosa el ritual de las agujas sobre un señor que está para el arrastre. Siguiendo la chuleta de la estatuilla, al hombre le regresan las energías y las ganas de cuando era chaval. Pero cuando se dispone a dar cuenta de cuatro mozas, entran dos fulanos empuñando unos lanzallamas (y protegidos con trajes de extinción de incendios) y le arruinan la orgia. 

La estatuilla va a parar a manos de un capo local de Hong Kong (Roy Chiao, mucho antes de poner en apuros en un cabaret de Shangai a Indiana Jones). El tipo la utiliza para extorsionar a una mujer norteamericana (Elizabeth Ashley), desesperada por cumplir el encargo de un misterioso jefe.

Como no hay nada que hacer con el gangster, se agencia los servicios de un ladrón (Joe Don Baker) para que la ayude a recuperar la estatuilla. A la búsqueda de la misma se suman una agente del gobierno (Si Ming) y un colega del prota (Jim Kelly).


En un principio, 'Alfileres de oro' fue concebida como una (mas) ambiciosa producción entre la Golden Harvest de Hong Kong y la UIP norteamericana. El proyecto original tenía de protagonistas a Angela Mao y a George Lazenby (el efímero James Bond de 'Al servicio secreto de su majestad'), junto con Sonny Chiba y Joji Takagi. Finalmente, la productora de Hong Kong dejó tirados a los norteamericanos para producir con ese electo 'Stoner - Agente muy especial'. Ansiosos por repetir el tremendo éxito de taquilla (solo un año antes) de 'Operación Dragón', los de United International Pictures se liaron a producir esta otra película, con un reparto mas 'USA', e incluyendo al mismo director (Robert Clouse), al mismo músico (Lalo Schifrin) y al siempre molón repartidor de puños, Jim Kelly. 

Bien, finalmente hubo dos películas en lugar de una mas ambiciosa. Hay que decir que el elenco final de 'Alfileres de oro' fue envidiable y, ciertamente, insólito para una cinta de kung fu.
Para empezar, tenemos de protagonista al siempre solvente Joe Don Baker, cuyo rostro y físico le alejan del manido estereotipo de guaperas prefabricado. Le acompaña Elizabeth Ashley como una dama en apuros sofisticada y elegante; la química entre ella y el protagonista funciona bien, tienen algún momento divertido, incluyendo un maternal abrazo a petición -entre otras cosas- del prota.

Entre los malos tenemos a Roy Chiao con ese imperturbable rostro que parece decir: 'tengo un dia de mierda, ni me hables'. Y a Burgess Meredith, luciendo estridentes pajaritas de colores en su rol de millonario excéntrico y sin escrúpulos; algo parecido a un señor Burns que prefiere emplear sicarios en lugar de a Smithers.


Y con respecto a secundarios encontramos a Jim Kelly, para una única pelea en la que él mismo ideó la coreografía de lucha. Aparece, reparte puños y ni se le vuelve a ver.  ¿Prescindible? Del todo. Pero cool como siempre.
Mas afortunado es el papel de Ann Sothern, aquí reciclada en el papel de la dueña de un antro de Hong Kong y que aporta un maravilloso punto de decadente glamour.

'Alfileres de oro' es una divertida cinta de acción y kung fu que buscó explotar el género de artes marciales desde una perspectiva mas disfrutable para el espectador occidental. Robert Clouse dirige con convicción y saca un gran provecho de los escenarios, mostrando una ciudad de Hong Kong tan vibrante como sórdida. Hay un montón de peleas, no paran de aparecer personajes (algunos prescindibles, todo hay que decirlo) y, en general, el ritmo es trepidante a lo largo de su hora y media. Oh, y su estupenda banda sonora setentera-funky es gentileza del gran Lalo Schifrin ('Operación Dragón', 'Bullitt'...). No es de sus trabajos mas memorables, pero ver a los personajes corretear por Hong Kong by night con ese fondo musical es un aliciente extra que algunos apreciamos.

El argumento de la cinta es absurdo y por momentos parece mas una aventura de Mortadelo y Filemón que un thriller de acción. Sin embargo, los espectadores curtidos en el cine de videoclub encontrarán alicientes para pasarlo bien. Hay mucho kung fu callejero y montones de chinos atravesando ventanas: lo de Robert Clouse tirando a asiáticos por ventanas, balconeras y ventanales en esta película es de record Guinnes. Y también una caótica persecución (a pie), que finaliza con Joe Don Baker encaramado a una valla y cientos de chinos bajo él, atiborrando un callejón y con ganas de apalearle.

En resumen, una película a medio camino entre el cine de acción 'made in Hong Kong' y el norteamericano, con un reparto inusual en esta clase de producciones y rabiosamente entretenida.


Golden needles (EE.UU., 1974)
Director: Robert Clouse     Guion: S. Lee Pogostin, Sylvia Schneble     Fotografía: Gil Hubbs     
Música: Lalo Schifrin
Con Joe Don Baker, Elizabeth Ashley, Jim Kelly, Burgess Meredith, Ann Sothern, Roy Chiao, Frances Fong, Si Ming.

THE BLACK GESTAPO (1975)

 

No me nieguen que el póster de esta película no les provoca un cardado en la calva: un fulano que empuña una Luger P08 en una mano y un látigo en la otra, vestido con un uniforme de las SS (o algo así) y flanqueado por dos lozanas mozas y dos 'brodas' puño en alto. Mas motivador, imposible.

Por desgracia, no hay mucho de lo del póster en la película; si, hay uniformes negros de inconfundible corte fascistoide y, desde luego, no faltan chicas exhibiendo dermis por imperativo del guion. Pero no hay mucho mas.

Porque la película no juega con la idea de una guerra racial, ya saben: ese miedito tan  profundamente arraigado en el imaginario colectivo del los conservadores blancos de los EE.UU. Ni tampoco con algo parecido a una insurrección civil en algún ghetto, quizás provocada por trasnochados que pasaron demasiadas horas hojeando el 'Mein kampf'.


Aquí la cosa va de un grupo de gangster (blancos y horteras) que se dedican a fastidiar la vida y la debilitada economía de los habitantes de un barrio marginal. Los únicos que les hacen frente son los miembros de una organización al estilo de los 'Panteras negras',  que van por ahí uniformados y colaboran con el hospital local. Su jefe es el general Ahmed (Rod Perry, el sargento Deacon de la serie 'Los hombres de Harrelson'). Tras la violación de una enfermera por parte de los gangsters patilludos, deciden crear un grupo especial de acción directa.

Sin embargo, en lugar de patrullar el barrio se les ocurre una idea mejor: formar una organización paramilitar con interesantes actividades, a saber: pasearse con uniformes intimidantes, gritar cosas estilo 'sieg heil' con el puño en alto y quedar en el local social. Local social que incluye pista de tenis, piscina y muchas habitaciones en las que fomentar la interacción social entre ellos y muchas chicas (blancas o negras, da igual, son un poco nazis pero no tan racistas). Y ya de paso, cargarse a los gangsters y quedarse con el negocio de tráfico de drogas y proxenetismo. 

El general Ahmed deberá entonces pararlos mediante mas violencia, porque para que va a acudir a las autoridades, seguro que no les importa nada que un grupo de camellos pseudonazis anden por ahí haciendo lo que les de la gana.

'The black Gestapo' no es mas que un disparate sobre la lucha entre dos bandas (una de blancos y otra de negros) por el control de un barrio. El director Lee Frost y el guionista Wes Bishop ya habían perpetrado algunos años antes 'Love Camp 7', en la que explotaron sin tabús el tema de violaciones y vejaciones varias en los campos de concentración; por cierto aquella película iría, años mas tarde, de cabeza a la célebre lista de 'video nasties' creada por los censores ingleses. Bien, quizás tras aquello pensaron que juntar de forma mas bestia la ideología nazi con violencia racial era demasiado incluso para ellos. O bien, simplemente, el presupuesto no daba para mas.

Al final, la cosa se queda en una cinta blaxploitation floja, mas gamberra que otra cosa. No tiene música cool, el argumento es tan decepcionante como absurdo, las peleas callejeras y los tiroteos están filmados de manera torpe... Con todo, si te conformas con una cinta mas punki que otra cosa, quizás encuentres algunas cosas disfrutables: hay un malo con peluquín, una escena de castración y abundante misoginia superlativa, por ejemplo. Pero incluso desde una perspectiva de películas involuntariamente divertidas, 'The black Gestapo' está lejos de ser memorable.

Esta película también fue distribuida con otros dos títulos de tono mas beligerante: 'Black enforcers' y 'Ghetto warriors'.


The black Gestapo (EE.UU., 1975)
Director: Lee Frost     Guion: Lee Frost, Wes Bishop     Fotografía: Derek Scott     Música: Allan Alper
Con Rod Perry, Charles Robinson, Angela Brent, Phil Hoover, Edward Cross, Lee Frost, Wes Bishop, Donna Young, Charles Howerton.